lunes, 22 de octubre de 2012

Decidme...





Decidme, de dónde soy si no soy de aquí. Soy tan de este asfalto como vosotros, como las farolas y los toldos verdes. Soy tan de aquí como las calles siempre en obras, como la intrusa zeta que se cuela al final de Madrid. Soy ciudad con siete puertas que no cierran de tanto estar abiertas, el caminante huraño de las siete de la mañana, tardes de paliques frente al séptimo portal de Echegaray; soy cinco días de penitencia y dos de resurrección. Soy pan, soy café, soy vinagre y vino; soy un periódico en los andenes, el lector y su lectura en el último vagón, calderilla en los bolsillos, fumador sin cigarrillo, una sombra con perro, el siempre eterno peatón. Y de tanto que he andado, de tan de a pie que soy, que no me hace falta sentarme para beber cerveza, para cagarme en los ministros, en sus muertos y en todo dios.
Soy tan de Madrid como su malherido riachuelo, como sus magdalenas de Montera, como sus alpargatas de Toledo, como sus suspiros a fin de mes. Soy y seré de sus calles sin serenos, de sus parques de pipas, porros y porreros, de sus tomates en maceta y su Atocha con tortugas de jardín. Soy de aquí porque soy extranjero como el cocinero, el tendero y el rey. Soy de aquí porque, como los gatos, vengo de tan lejos que ya sólo puedo ser de Madrid.

©2012 Rogelio Jarquín. Madriz a retales.

Ahora es ahora...





Ahora es ahora, el tiempo que pisan mis zapatos, mi hoy subrayado;
funambulista entre el ayer y el mañana.

Pero en el México Deefe de temblores y aguaceros, el ahora tiene algo
de lluvia, pasatiempo de un dios voluble que empapa los tendederos de
una vecindad. En el México Deefe el hoy se pasea mutado y renombrado;
el ahora deja de ser ahora para volverse un ahorita, futuro perfecto
de cuerpo prolongable; tiempo que se usa para torturar la espera.
Ahoritita es su traje para decir jamás; sinónimo dulce de ese nunca de
los nunca. Ya mero sólo es un casi, un dilatado hoy que antecede al
final que no llega. Retearto es un puñado de ahoras, manada de
presentes mordiéndose la cola, suma de instantes, ya sean diez, ya
sean cien, ya sean mil, siempre con el mismo resultado; un aquí, un
ahora que ni se mira ni se toca.

En México Deefe el Apocalipsis y los volcanes posponen el ahora, y el
tiempo es menos tiempo, el vivo menos vivo, el muerto menos muerto y
el tal vez es más quizás.

En un callejón sin nombre con sólo una mesa y cuatro sillas se monta
un bar; tres perros roen sus propias patas y una prostituta de carne y
hueso compite por los clientes con una virgen de barro y cal. Frente
al cine Teresa un bolerito de nueve años (con todo su orgullo y todos
sus dedos asegura que casi son diez) canta a Manzanero mientras ofrece
grasa a un Don con botines de charol. Tres semáforos más atrás un
chico con antorcha y gasolina juega a ser dragón, y un violinista
ciego le enseña a su nieto que en una lata vacía también se escucha el
mar.

En el Deefe no se persigue al horizonte como el sabio Galeano. Se anda
de prisa para alcanzar el ahora que huye como el porvenir. En el Deefe
siempre estoy volviendo porque nunca me terminé de ir. Y las partidas
no son partidas, las ausencias nos son ausencias, y hay quien me
asegura que ayer me vio fumando en la calle Tepic.

©2012 Rogelio Jarquín. Deefe a retazos

Dios me plagia...





Dios me plagia y mal. Abusa de su omnipresencia. Se aprovecha de esa costumbre de ausentarme y aparece sin previo aviso (acompañado siempre de su fiel perro, esa diestra  suya tan torpe y pulgosa moviéndole la cola) y roba lo que mi insomnio redacta, lo que la omniausuencia obliga a escribir a mi siniestra mano.

Me escribo veranos para los meses fríos de Madrid, para los días en que la carne es menos carne y más ropa. Me escribo y describo dulces chicas besándose el cuello en el último vagón del último metro al  final del día. Dios convierte mis besos de viajeras en dos mujeres peleando por un mismo asiento.

Me escribo morenas desconocidas de alargadas piernas, mirándome, levantándose la falda para mostrarme  la frontera entre sus muslos y las medias de rejilla. Me escribo Pelirrojas de pelo suelto y tetas atentas paseando en bicicleta por la puerta del sol. Me escribo rubias y morochas en vestidos floridos exhibiendo su sexo despierto al cruzar las piernas en una terraza de Plaza Mayor. Y Dios torpemente escribe una excursión de monjas multicolor comiendo galletas en la calle Infante esquina con León.

Dios me plagia y mal. Por eso dejo de escribirme, de rescribirme y me suscribo a esta realidad sobrescrita. Para que dios no convierta mis imaginadas nudistas en trasnochadas y extraviadas bañistas tomando el sol en el Retiro. Para que no convierta el taconeo en mezclilla de una gata en el andar arrastrado de una puritana.

Por eso no te escribo para que tu piel siga siendo tu piel y mi carne siga siendo mi carne entrando en tu carne. No te escribo para que mis manos te lean, para pecar en obra y no en palabra, para omitir a dios. No te escribo y te sé real, me lo dicen mis silencios, me lo dicen tus gemidos, me lo dicen los suspiros después de este morir sin morir.
En vano me voy y me vengo en tu yo real, en vano ocupo mis manos a las caricias, en vano ignoro a mi plagiador. Descubro que él ya te escribió, que se describió a sí mismo yendo y viniendo en tus piernas. Descubro que él también estuvo aquí cuando en tu redención me confiesas extasiada que una vez más estuve como dios.


© RogelioJarquín 2012. Madrid a retales.


Ahorrémonos...




Ahorrémonos las risas huecas, las frases hechas, las confesiones obligadas.  
Dejemos pasar las fotografías familiares, el anecdotario, las evocaciones infantiles (no quiero que llores por mi pasado más que yo mismo) y hagámonos  de nuevo para desahogarnos y deshacernos. Dejemos bajo la cama lo que nos estorba, la ropa, el nombre y el corazón (esa víscera que  siente demasiado) y démonos sólo las pulsaciones de nuestros sexos encontrados. Aparquemos la poesía, los lugares comunes, las manoseadas metáforas, no quiero a Benedetti ni a Neruda en las sábanas.  No quiero tu voz, quiero tu aliento y tu peso contra mi cuerpo. No espero que levites, no me interesa si sabes volar como dicen los versos. Ahorrémonos las mentiras crueles y las verdades piadosas. No esperemos mil y una noches de cuentos para tenernos. Démonos la paz después de la guerra. Prometámonos únicamente la eternidad del orgasmo. Corrámonos que ya habrá tiempo para andarnos.
    

© RogelioJarquín 2012. Madrid a retales.